domingo, 1 de enero de 2012

Espera

Él se guardaba el tiempo, para cada vez que ella cruzaba las doce, y así de a poquitos tenerla minutos que eran eternos, pero también solo minutos y entonces ella también se iba. Cada día era cada noche y cada noche la vio pasar por el camino que da del castillo a la libertad. No dormía, comía, siquiera otro pensamiento sustituía su rostro de luna, escarchado de sal, de brisa marina que traía sus vestimentas. Parecíera hija del mar que aparece con la luna lunera, pero que se va cuando la noche es más oscura antes del amanecer.

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