viernes, 3 de enero de 2020

ORGEN

ORGEN no tiene apariencia física. No sé cuál es el color de sus ojos ni el de su cabello. Desconozco si tiene la estatura promedio de un limeño, si bebe tanto para olvidar o si fuma cinco cajetillas diarias para morir a los 45. No te podría decir qué clase de calzado usa, lo más lógico sería zapatillas, como todos nosotros en aquella época, ya que era lo más cómodo para recorrer la ciudad.
ORGEN se encargaba del trabajo sucio. Ahí donde nosotros fallábamos. Él era muy efectivo. La primera vez que escuché de él fue por Antonio, mi amigo del colegio. Siempre lo llamaba para que le haga un “trabajito”. Si necesitaba algo de dinero para el fin de semana. ORGEN aparecía en la esquina de su casa con un fajo de billetes descoloridos sacados de su sombrero. Si tenía que ir al Troca o al Botecito en el Callao. ORGEN tenía la ruta exacta para evitar problemas y hacerlo entrar sin contratiempos. Si alguien de otro barrio le faltaba el respeto a uno de los nuestros. Pues imaginen lo que debía pasar. Cosas así.
Antonio nunca nos lo quiso presentar a pesar de habérselo pedido un montón de veces. Es mi contacto decía. Yo soy el enlace. Y se reía descaradamente mientras repartía las cervezas que bebíamos en su casa. Yo no lo entendía, llegué a odiarlo por eso. Pero no podía hacer nada. Estábamos en su casa, eran sus cervezas y entonces se convertía en aquel niño que elige primero al ser el dueño del balón.
Recuerdo una vez que teníamos un partido importante contra el 5B. Era la semifinal y nuestro tutor había prometido un punto más en el examen de fin de curso si ganábamos. Nuestro rival tenía un excelente jugador, le decían “El rayo”. Todo el colegio sabía que solo podíamos ganar si él no jugaba. Antonio lo sabía. ORGEN lo sabía.
El día del partido Antonio llegó y solamente dijo. Está hecho ¡A ganar! Luego nos enteramos que “El rayo” se había resfriado. Un puto resfriado. Todos dijeron que arrugó porque teníamos fama de “macheteros”, pero nosotros sabíamos qué había pasado. Fue un maldito día. Esa noche en su casa nuestras botellas hacían estruendos cuando chocaban y vitoreamos una sola palabra. No campeones. ¡ORGEN! ¡ORGEN! ¡ORGEN!
Con el pasar de los años, la presencia de Antonio se hizo más distante, lo que significa también que ORGEN se distanció. Pero en el transcurso de ese tiempo llegaba a nosotros historias cada vez más osadas, más innobles. Supimos que ORGEN había atacado a un policía que lo detuvo por parecer sospechoso en el Centro de Lima. También nos llegamos a enterar que golpeó a un vagabundo y lo subió a Youtube. El video tuvo miles de visitas y fue pasado en todos los canales de televisión. Todo el mundo hablaba del sujeto enmascarado que con un fierro caía una y otra vez sobre ese pobre diablo. Y luego solo una risa gigante, incandescente como la de Antonio aquella vez en su casa.
Por mucho tiempo yo quería ser como ORGEN. Era valiente. Con decisión. Nada se le oponía, ni cosa ni hombre y supongo que tampoco ninguna hembrita le decía que no. Pero ahora las cosas habían cambiado, ORGEN ya estaba en otro nivel. Nivel nacional. Las personas se preguntan quién es ese loco que luego de una fechoría firma con un spray simplemente con cinco letras. Está por toda la ciudad, si sabes mirar puedes ver su firma en edificios, paredes y puentes.
Hoy no fui a trabajar. Son más de las 10 de la mañana y salí a comprar el diario. Al regresar pensaba en todos esos recuerdos que me han mantenido despierto por las noches estas semanas. Me detuve. Pulcramente unos trazos se contorneaban en forma perfecta para formar una palabra. En toda la fachada de mi casa solo podía leer. ORGEN. Yo sabía quién era realmente.

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